Los sofistas

Los sofistas eran personajes con gran habilidad para convencer a los demás, eran capaces de convencer de una tesis al público, y también convencer de lo contrario. Eran mercenarios de la verdad, pues convencían a los demás de la verdad de quien les pagaba, cobraban por enseñar y su termino se volvió peyorativo



Características generales


Los sofistas eran personajes con gran habilidad dialéctica. Fácilmente podían convencer a su auditorio acerca de cualquier tesis, y luego, de su contraria. En un principio, la palabra “sofista” designó a los sabios. Pero luego, en vista de la actitud carente de seriedad intelectual que llegaron a tomar, el vocablo se utilizó para designar a los que jugaron con la verdad y tomaron por costumbre presentar la falsedad con apariencia de verdad y corrección. 

Ordinariamente hablaban en las plazas públicas, entraban en diálogo y discusión con sus interlocutores, y no enseñaban una doctrina especial. Sus mismos sofismas les impedían sostener una tesis como tal. En general, el relativismo hacia presa de su mente, y por eso sobresalieron las tesis ambiguas, relativas a la interpretación particular que cada uno quisiera darle. Sócrates se enfrentó con ellos. Pero, desgraciadamente, su misma actitud dio lugar a que se le confundiera con un sofista.

Sobresalieron varios sofistas, entre ellos descuellan: Protágoras, Calicles, Trasímaco, Hipias, Georgias. Vemos las doctrinas especiales de cada uno de ellos.

Los sofistas
Los sofistas


El relativismo de Protágoras


Es famosa la frase de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Con este lema se consagra la postura relativista. En efecto, para ésta, todo es relativo al modo de pensar de cada uno. La frase es halagadora al oído humano. Sin embargo, es necesario esclarecer el aspecto aceptable y el aspecto falso de dicha tesis.

Lo aceptable en la tesis de Protágoras


Es un hecho que cada persona piensa de acuerdo a sus propias cualidades, estructuras mentales, circunstancias, educación, ambiente y hasta, según su particular estado de ánimo. Ese aspecto es indiscutible, y así la frase de Protágoras sería indiscutible. 

Además, hay una idea de mayor altura, que también es verdadera, y que, podría ser el significado de la frase de Protágoras, a saber: cada uno debe actuar según su propia conciencia. En ese sentido, es perfectamente válido, y hasta necesario, insistir en que es la propia persona, con su conciencia, quien debe determinar lo que hay que hacer. Es la libertad y la autonomía lo que es necesario defender. La propia conciencia, en la intimidad de cada uno, es la que ha de escoger y, por lo tanto, sobrellevar toda la responsabilidad de la elección. Si solo esto significa la tesis de Protágoras, no habría que reprocharle nada. Pero el caso es que su sentido se extiende a otro nivel, que hay que aclarar y rechazar.


Lo criticable de la tesis de Protágoras


Desafortunadamente, en el pensamiento de Protágoras quiere indicar que no hay ninguna instancia superior a la mente de cada uno. El sujeto debe juzgar conforme a su propio criterio, y nada más. Ante esto, es necesario aclarar que, de un modo objetivo, el hombre es un elemento dentro del universo, y que existen infinidad de tesis cuya verdad no depende del sujeto que las juzga, sino del objeto juzgado. En este sentido, no es el hombre el criterio último y definitivo para el juicio, sino la realidad, si es que quiere que su juicio sea verdadero.


Dicho en otras palabras: si la verdad es la adecuación de la mente con la realidad, entonces no queda más remedio que tratar de adecuarse a ella, y, por lo tanto, someterse y ser fiel y justo a dicha realidad. En esto consiste la objetividad de nuestros juicios. De otra manera, si el hombre, fuera el criterio último, no habría modo de distinguir la verdad y la falsedad. El único modo para discernir en donde está la verdad y la falsedad, entre dos juicios diferentes que se refieren al mismo objeto, es compararlos con ese objeto en cuestión.




Desde el punto de vista de la Lógica, el asunto queda zanjado por el principio de contradicción, que, justamente, lo que prohíbe es dicha contradicción. Es decir, si dos proposiciones se contradicen, y están enunciadas al mismo tiempo y se refieren al mismo aspecto de la cuestión, es imposible que ambas sean verdaderas. El único modo para admitir la contradicción sería la constatación de que ésta solo tiene lugar en la expresión, pero que, en el fondo, las dos proposiciones se refieren a aspecto diferentes del objeto discutido. Tal es, de hecho, la solución de infinidad de discusiones. Cada uno ve aspectos distintos, y los expresa con palabras que se contradicen si se toman al pie de la letra. Sin embargo, en tales casos se trata de aportaciones complementarias y perfectamente compatibles. Eso no es relativismo, y la solución está en el esfuerzo de integración (no de oposición) entre tesis diferentes.


Si se trata de integrar estos dos puntos de vista acerca de la tesis de Protágoras, podríamos concluir que, si bien la razón humana es mesurante con respecto a lo que debemos escoger, también es mesurata (medida, regida) por un nivel objetivo de la realidad, a la cual debe someterse el mismo hombre, si de veras quiere conseguir la verdad (adecuación de la mente a la realidad).


En Ética, lo anterior se expresa diciendo que aun cuando la propia conciencia es la que debe decidir sobre lo que hay que hacer y elegir, la misma conciencia no está libre de ciertas normas naturales, a las cuales debe someterse en sus juicios, si quiere ser verdadera, realista, y efectivamente adecuada al auténtico valor. Como puede notarse, persiste el valor de la autonomía, pero al mismo tiempo persiste la participación o adecuación de los valores superiores.


Por último, desde un punto de vista práctico, nótese que un relativista, si de veras toma en serio su postura, quedaría incapacitado para exigir justicia. Con toda razón, y de acuerdo con su tesis, en el momento en que quisiera exigirla, le podrían responder que, en todo caso, eso sería “su verdad”, pero la autoridad o la parte reclamada, piensa otra cosa acerca de la justicia, y ante eso, nada podría objetar el que se dice relativista. Y es que el relativismo, en verdad, mina todo fundamento objetivo acerca de los valores.

La tesis de Calicles


Por su parte, Calicles (o bien Trasímaco, según otras versiones) sostiene que “la ley es del más fuerte”. Esto quiere decir que la persona con más energía, voz fuerza física o mental, es la que, de hecho, ocupa el puesto de autoridad y dicta leyes, ordena, y dirige a la comunidad.

Como comentario crítico podemos decir que, si bien es un hecho que así suele suceder, no es cierto que por derecho así deba suceder. No es la fuerza la característica especifica del legislador o la autoridad. Para que un legislador cumpla efectivamente con su cometido, es necesario que llene dos cualidades: que con su inteligencia esté al tanto de las necesidades reales de la comunidad a su cargo, y que con su voluntad quiera, efectivamente la promoción de ese bien común. Con esas dos cualidades, es posible ejercer el cargo de legislador y de autoridad. Y en ese caso, la fuerza es un auxiliar, algunas veces muy poderoso, pero no es lo que hace al legislador como tal.
 

Las tesis de Georgias.


Otro famoso sofista es Georgias, y su postura puede llamarse nihilismo. Se enuncia en tres célebres tesis a saber: 

  • Nada existe
  • Si algo existiera, no lo podríamos conocer
  • Si algo conociéramos, no lo podríamos explicar
Uno se pregunta si, en serio, alguien es capaz de sostener tales tesis. La conclusión es que se corrobora el carácter peyorativo que se le ha dado al vocablo “sofista”. Solamente juzgando con las palabras y con la verdad es posible mantener está postura.

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